11 | 05 | 2021

El aula invertida (flipped classroom)

Todos los días, los profesores se ubican ante sus estudiantes y se hacen una pregunta: “¿Cómo puedo ayudar a este estudiante a aprender?”. En otras palabras: “¿Cómo puedo ayudarlo a alcanzar su máximo potencial dentro de mi clase?”. Este es un gran reto y es el eje de los mejores esfuerzos dentro del mundo de la educación. El reto es aún mayor cuando los docentes intentan responder esta pregunta para cada uno de los treinta, cincuenta, cien o más estudiantes que tienen ante sí en un día. Y ¿cómo lograr los mejores resultados cuando los estudiantes forman parte de grupos grandes y los docentes disponen de poco tiempo de clase?

Algunos profesores han intentado responder estas preguntas proponiendo un cambio: ¡invierte el aula! En los últimos años muchos profesores lo han hecho: en una encuesta nacional realizada en Estados Unidos en 2014, el 78% de los docentes reportaron haber invertido el aula por lo menos en una lección y el 45% dijo invertir el aula una o dos veces cada semana. Veremos algunos beneficios (y ciertas complicaciones) que surgen con la decisión de invertir el aula.

Para entender mejor el aula invertida, partamos del modelo convencional. Cuando muchos piensan en una clase, se imaginan a un profesor de pie, frente a un grupo de estudiantes, transfiriéndoles sus conocimientos. Esta imagen se ha cuestionado desde múltiples puntos de vista, pero, a grandes rasgos, parece seguir siendo el modelo que prevalece en muchos salones de clase, desde los primeros años hasta la universidad y más allá.

¿Qué significa, entonces, tener un “aula invertida” (en inglés, “flipped classroom”)? En esencia, el “aula invertida” se llama “invertida” porque la enseñanza directa que comúnmente se hace en la clase se “invierte” con las actividades que se hubieran asignado como tareas para la casa. Así, en el “flipped classroom” las clases se dedican a discutir preguntas de los estudiantes y al trabajo colaborativo. Se construyen “espacios de aprendizaje” acompañados por los docentes (pero no dirigidos por ellos). La enseñanza directa (la “lección” que hubiera dado el profesor) se asigna para la casa: típicamente, mediante un video que los profesores graban ellos mismos o seleccionan de Internet. Los estudiantes lo ven antes de la clase y traen todas sus dudas al aula.

En contextos atípicos, como el que ha provocado la pandemia, ¿de qué manera se entiende el “flipped classroom”? Aunque muchas aulas permanecen cerradas, la esencia del aula invertida sigue siendo la misma: el tiempo de interacción (es decir, la clase en línea o remota) se dedica a la discusión con los estudiantes, mientras que la enseñanza directa se deja para videos que los estudiantes deben observar antes de asistir a sus clases en línea.

Los docentes que usan el aula invertida dicen que representa grandes ventajas. Una de las principales es que permite una mayor personalización. Dado que la lección no se ofrece al grupo como un todo, los profesores tienen más tiempo para recorrer el salón y dialogar con un mayor número de estudiantes (y ojalá con todos). Algunos practicantes del “flipped classroom” le piden a cada estudiante que traiga una pregunta sobre cada video. De esa manera, se aseguran de que todos los estudiantes participan al menos una vez en la clase, algo que es difícil de lograr si una clase corta le dedica una porción considerable a un monólogo del profesor.

La personalización viene también del control que les da a los estudiantes sobre los videos que contienen las lecciones, algo que muchos estudiantes han descubierto con el aprendizaje remoto provocado por la pandemia. Un estudiante puede repetir el video, pausarlo e incluso acelerarlo (verlo a 1.75x, por ejemplo), según sus preferencias frente al tema. En la historia de la educación, ningún estudiante había podido hacer a un profesor repetir un tema cuantas veces quiera (o alterarle el ritmo a su antojo). Este control ofrece una ganancia importante para grupos diversos de estudiantes.

Otra ventaja importante del “flipped classroom” es que muchos estudiantes y docentes reportan sentirse entusiasmados por el proceso de aprendizaje cuando han invertido el aula. Este aumento en la motivación no se debe ignorar. Los estudiantes ganan mucho y crean aprendizajes memorables cuando ellos se sienten motivados y también cuando sus propios profesores muestran el dinamismo que viene de la motivación.

Pero no todo es color de rosa con el aula invertida. Si usted está pensando en invertir el aula con sus estudiantes, las investigaciones recomiendan poner tres aspectos en la balanza. Primero, invertir el aula requiere otro tipo de inversión también: una inversión grande de tiempo preparando los materiales que los estudiantes trabajan por fuera del salón. Un número de profesores reporta abandonar el aula invertida al dimensionar el esfuerzo de crear videos atractivos, correctos y claros para cubrir grandes cantidades de temas. Esto involucra un gran esfuerzo, especialmente al principio. (Algunos defensores del modelo recomiendan grabar en vivo las lecciones de clase de todo un año con el fin de tener videos para el aula invertida al año siguiente). Para los docentes que seleccionan sus videos y no los crean, la carga está en hallar videos que sean correctos, que cubran los temas necesarios y que armonicen con su forma de enseñar. Este no es un reto menor y algunos videos ya seleccionados pueden desaparecer de Internet sin previo aviso.

Segundo, las investigaciones sobre el “flipped classroom” dan resultados mixtos. Aunque los estudios tienden a ser muy recientes, hay metaanálisis de 2018 y 2019 que sugieren que sí hay algunas ganancias con el aula invertida, pero no ocurren siempre y tienden a ser pequeñas. Dos de los mayores defensores del aula invertida, Jonathan Bergmann y Aaron Sams, dicen que, en sus primeros intentos para invertir el aula, los exámenes de los estudiantes parecieron mejorar, pero al final el aprendizaje que demostraron resultó más pobre que cuando usaban el modelo de enseñanza tradicional. En general, el aula invertida parece funcionar mejor con clases de ciencias y matemáticas que con clases de lenguaje y humanidades.

Tercero, uno de los pilares del “flipped classroom”, la responsabilidad que asume cada estudiante sobre su proceso de aprendizaje, es también su talón de Aquiles. El aula invertida abre grandes posibilidades para que los estudiantes se adueñen de su proceso de aprendizaje y desarrollen habilidades metacognitivas, como la de monitorear cuándo están aprendiendo y cuándo no, que les pueden durar para toda la vida. Pero el modelo supone que los estudiantes tienen por lo menos algo de esta responsabilidad: cuando el profesor abre la clase como un espacio de aprendizaje y empieza a recorrer el salón, visitando a los estudiantes individuales o a los grupos de estudiantes, se entiende que los demás usan el tiempo independiente de manera productiva. Hay evidencia de que esto no siempre ocurre así.

De hecho, este supuesto sobre la responsabilidad de los estudiantes frente a su aprendizaje es, también, un talón de Aquiles de muchos métodos fuertemente constructivistas, como ciertas formas del aprendizaje basado en proyectos. Muchos estudiantes no han desarrollado las técnicas, o en ese contexto no cuentan con la motivación, para dirigir su propio proceso de enseñanza. Demostrar que estos métodos producen ganancias medibles ha resultado difícil y muchos sugieren que los estudiantes más vulnerables tienden a salir perdiendo.

Ahora, no hay que hacer una inversión completa. Nada impide usar elementos del aula invertida para añadir variedad. De hecho, Clarice Moran y Carl Young, dos investigadores, recomiendan invertir el aula solo para una unidad en el año escolar o hacerlo una vez a la semana (o quizás una vez cada varias semanas). Ellos también sugieren hacer la inversión cuando los temas tienen un componente memorístico significativo, dado que los resultados tienden a ser mejores en esos casos.

La idea de combinar videos educativos con trabajo interactivo se ha vuelto imperioso en el universo creado por la pandemia. El aula invertida se anticipó a estos cambios y ha dejado algunas lecciones importantes sobre el uso de los videos. No debemos suponer que los estudiantes, por vivir muchos de ellos inmersos en videos, tienen las destrezas requeridas para interpretar un video educativo apropiadamente. Los profesores deben modelar el proceso de aprender de este tipo de videos: deben demostrar para los estudiantes cómo usar estratégicamente las pausas y repeticiones y cómo tomar buenos apuntes, como si se tratara de un texto de clase.

Si los estudiantes disfrutan los videos, ¡magnífico! Pero debemos tener cautela con la idea de usar el disfrute como un termómetro del aprendizaje: el hecho de que un estudiante sienta que está aprendiendo —incluso si indica que está disfrutando mucho del proceso— no significa que en realidad lo esté haciendo. Debemos ayudar a los estudiantes a estudiar los videos educativos (y no solo verlos). También debemos ofrecer evaluaciones que los hagan conscientes de lo que están aprendiendo (o no están aprendiendo) a través de los videos. Como dicen Bergmann y Sams, “la pedagogía siempre debe trazar el camino para la tecnología, no al revés”.

Federico Escobar Córdoba
Director académico
Open Green Road

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