26 | 03 | 2021

Cómo se transforma la mente cuando leemos

Muchos creen que leer es bueno con la misma convicción con la que piensan que los vegetales son saludables, pero ¿realmente lo es? Y, si es así, ¿qué tan bueno es? Dicho de otra manera, ¿la lectura, por sí sola, transforma la calidad de nuestra mente? Esta última pregunta la plantean Anne E. Cunningham y Keith E. Stanovich en un artículo conocido (“What Reading Does for the Mind”) sobre el impacto cognitivo que tiene el volumen de lectura.

Uno de los retos al precisar si la lectura, en sí misma, nos transforma es separar la lectura de otras variables, como la inteligencia y la habilidad comprensiva de los lectores. En una serie de experimentos que emplearon distintas herramientas estadísticas, Cunningham y Stanovich lograron medir el impacto del volumen de lectura. En breve: ¿leer es bueno para la mente? Sí. Es más: leer es muy bueno para la mente.

La clave para entender por qué leer es tan bueno radica en dos asuntos que distintas investigaciones han demostrado. Primero, la mayoría del aumento en el léxico de una persona no viene de lo que aprende en un salón de clases, sino de su exposición al lenguaje en general.

Segundo, el tipo de lenguaje que se usa en los textos publicados es significativamente diferente del que se usa en el lenguaje oral. Los investigadores han medido la complejidad del vocabulario y la frecuencia de palabras “raras” (palabras que no son como “de”, “la” y “que”, sino como “autodeterminación”, “renacentista” y “consolidado”, que están por fuera de las 10,000 palabras más comunes del español en un corpus de la RAE). Un hallazgo sorprendente de estas investigaciones es que incluso los libros para niños tienen un vocabulario más exigente que el de las conversaciones entre graduados universitarios; en los libros infantiles también son más frecuentes las palabras raras que en el lenguaje oral más sofisticado.

Por la importancia del aprendizaje que ocurre por fuera de los salones de clases y por el valor del lenguaje de los textos impresos, entonces, es clave leer… y leer mucho. Esto tiene un impacto cognitivo tan significativo que, sin importar las habilidades cognitivas iniciales de las personas, la inteligencia verbal de los grandes lectores aumenta… hasta el punto de que, como dicen Cunningham y Stanovich, “la lectura los hará más inteligentes”.

En una serie de estudios empíricos, estos autores determinaron otro beneficio de la lectura abundante: la adquisición de conocimientos generales. Los grandes lectores demostraron tener más conocimientos prácticos y generales que resultan importantes en las sociedades del siglo XXI… sin importar su inteligencia o sus destrezas de comprensión lectora. Por ejemplo, los ávidos lectores pudieron estimar mejor las poblaciones mundiales de musulmanes y judíos que personas que no leían tanto (y especialmente mejor que las personas que veían mucha televisión).

Ya que sabemos que leer representa muchos beneficios, ¿cómo cultivamos grandes lectores? Un elemento clave, según estos autores, es dominar la lectura desde una edad temprana. Los niños que en primer grado leían rápido y sin grandes dificultades para descodificar las palabras demostraron beneficios cognitivos diez años después, en un estudio longitudinal que realizaron Cunningham y Stanovich.

Una persona que lea el artículo de estos investigadores podría emitir un suspiro de alivio y decir que, como los jóvenes se pasan el día texteando y usando redes sociales, están leyendo más y en cualquier momento veremos los beneficios de su fuerte inversión de tiempo en la lectura.

Ese suspiro de alivio podría ser apresurado. El artículo de Cunningham y Stanovich es de 1998, así que los autores no tuvieron en cuenta el arribo en masa de la lectura digital. Sin embargo, recordemos que un elemento clave de la investigación es la complejidad de los textos impresos en comparación con el lenguaje oral. Si una persona lee textos indistinguibles del lenguaje oral, y escritos sin sofisticación en sintaxis o en ortografía, es muy probable que no coseche los beneficios de la lectura que sí obtiene quien lea textos más exigentes… incluso libros infantiles.

La otra cara de la moneda es que podemos usar nuestro tiempo libre para escuchar producciones orales más sofisticadas, como audiolibros. En una comunicación personal, Stanovich indicó que sí se esperaría que “un texto oral más rico tenga resultados más semejantes a los de la lectura”.

Los autores terminan el artículo diciendo que los dos mensajes principales de sus investigaciones son, primero, llevar a los niños a empezar a leer pronto y, segundo, ofrecerles a los estudiantes todas las experiencias de lectura posibles. Agreguemos otro mensaje, apropiado para nuestros tiempos y pensado para padres y maestros: edifiquemos sobre lo que los estudiantes ya leen y disfrutan para ofrecerles manjares y bufés de textos que les abran el apetito y los lleven a textos más sofisticados y exigentes, capaces de transformar sus mentes para toda una vida de actividades cognitivas que potenciarán sus talentos en las sociedades en las que vivimos.

Federico Escobar Córdoba
Director académico
Open Green Road

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